enero 2017

Y Dios Llamó

LECTURA: 1. Génesis 1:1-10 ( RVC)

La creación 1 Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra.2 La tierra estaba desordenada y vacía, las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. 3 Y dijo Dios: «¡Que haya luz!» Y hubo luz. 4 Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas; 5 a la luz, Dios la llamó «Día», y a las tinieblas las llamó «Noche». Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día primero. 6 Luego dijo Dios: «¡Que haya algo firme en medio de las aguas, para que separe unas aguas de otras aguas!» 7 Y Dios hizo una bóveda, y parte de las aguas quedaron arriba de la bóveda, y parte de las aguas quedaron abajo. Y así fue. 8 Dios llamó «cielos» a la bóveda. Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día segundo. 9 También dijo Dios: «¡Que se junten en un solo lugar las aguas que están debajo de los cielos, y que se descubra lo seco!» Y así fue. 10 A lo seco, Dios lo llamó «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares». Y vio Dios que era bueno.

 

 Génesis 2:4-7 (Reina Valera Contemporánea, RVC)

El hombre en el huerto de Edén 4 Éstos son los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados, el día que Dios el Señor hizo la tierra y los cielos, 5 y toda planta del campo antes de que existiera en la tierra, y toda hierba del campo antes de que naciera, pues Dios el Señor aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había nadie que cultivara la tierra. 6 Más bien, de la tierra subía un vapor, el cual regaba toda la superficie de la tierra.7 Entonces, del polvo de la tierra Dios el Señor formó al hombre, e infundió en su nariz aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser con vida.

 

Mientras nos embarcamos en un nuevo comienzo, sea un nuevo año, nuevas citas, nuevos destinos, o nuevas empresas, ¡ojalá que tengamos un nuevo enfoque y o estemos disponibles para responder a la llamada de Dios para romper el capullo que nos esconde a nosotros! En la medida que experimentemos la metamorfosis de aventuras, nuestra fe se dispara a nuevas alturas, y agrada a Dios.

1. En el comienzo cuando no había ninguna materia Dios creó los cielos y la tierra tal y como hoy los conocemos. Desde entonces, no ha habido ningún nuevo cielo y ninguna nueva tierra. ¿Alguna vez te has detenido a considerar que todo lo que sabemos ahora, se realiza a partir de material reciclado? Cuando Dios llamó, vitalidad y efervescencia se hicieron evidentes.

El vacío, la oscuridad, y el sentido de estar sin forma y las profundidades y las aguas no eran los ideales para Dios y así comenzó a mandar, declarar y establecer. A lo largo de Génesis capítulo 1, leemos que Dios dijo; Dios hizo; Dios creó y Dios llamó. Al parecer, todo era insignificante antes de que Dios los llamó.

 

2. Centrémonos en el hecho de que Dios llamó. La tierra apareció, al mando de Dios pero estaba seco y Dios la llamó/la nombró Tierra. Sabemos que la tierra seca no produce a menos que existiera algún rigor con otras sustancias. Las semillas, el agua, el mantenimiento, la luz solar, el viento y la polinización se necesitan de una forma u otra, para que la tierra pueda ser útil. Contiene minerales, pero para que los minerales puedan ser maximizados, la tierra debe pasar a través de algunos procesos. Llamar las cosas… el poder de la lengua… es uno de los procesos que atravesamos. Tomemos en cuenta de que cuando estemos en nuestros lugares secos sigamos el ejemplo de Dios. Llamemos y Él, el Jardinero, dará respuesta.

 

3. Es hora de volver a lo básico. Nosotros, según Génesis 2:7, somos la tierra procesada así que nuestra vida pueda servir conforme a Su propósito. Cuando torcemos el proceso, Dios envió a Jesús para redimirnos. Excavémonos esta tierra para así encontrar los tesoros escondidos que Dios tiene para nosotros. Puede llevar mucho tiempo para hacerlo, pero Él quiere que produzcamos frutos para Su gloria. En esta nueva temporada de vida, existe una urgencia para clamarle y acercarse a Él. Este proceso hacia el cielo nos ayuda a desarrollar una relación con Jesús, que es la única manera de explorar el camino a Dios.

Dios reunió las aguas y lo llamó mar. Por separado, fueron mencionados como las aguas. Por supuesto, el agua es muy importante, pero, mientras que los ríos, lagos y arroyos sirven fines locales, mares tienen efectos globales. Mares como los conocemos sirven a un propósito más amplio que aguas. Cuando nos reunamos, impactamos nuestra comunidad para el mayor bien. Dios nos invitó a ver Su Luz, como medio de disipar la oscuridad de este mundo. Nosotros también debemos llamar a nuestro prójimo a unirse con nosotros para avanzar el reino de Dios.

 

4. El todopoderoso podría haber dejado las aguas dispersas como eran, pero Él eligió a recogerlas. ¿Qué se dice acerca de las cosas que nos pertenecen, pero están dispersas por dondequiera? ¿Podría ser que Él quiere que nosotros las llamemos/las nombremos? Hablemos positivamente acerca de las cosas que Dios ha ordenado para nuestro uso, así las llamamos. Dios llamó, entonces Él vio y proclamó que era bueno. Dios evaluó lo que Él llamó.

Seamos conscientes de que cuando habla la fe, se produce sólo lo bueno. La tierra seca existía antes que Dios habló, pero tenga en cuenta que apareció después de que Él habló. Este ejemplo sirve para recordarnos de que “no hay nada nuevo bajo el sol”. Que Dios aumente nuestra fe para que nuestras expectativas puedan ser materializadas.

 

5. El santo, justo Dios mandó, porque Él es el Autor. Cuando tengamos una relación con Él, Él nos da el poder de “llamar las cosas que no existan, como si fuesen.” En otras palabras, las cosas que aún no se han visto deben ser consideradas como si ya existieran en el pasado. De esta manera, esperamos en el futuro que podría ser ahora o más tarde.

….Y llamó Dios. ¿Cuándo crees que es un buen momento para seguir Su ejemplo? Hoy es un momento tan bueno como cualquier otro para que también nosotros podamos decir, “Es bueno.”

REFLEXION

¿Cuáles son la tierra y los mares que necesitas llamar hoy?

Autora: Dra. O. A. James            Traductora: Ouida Sutherland